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Estoy parado frente a un cine que proyecta en unos minutos la película “El día que se paró la tierra” (en España creo que tiene otro nombre). No es necesario que os cuente mi afición a meterme en los cines de aquellos países en los que pongo mis pies a pesar de no entender el idioma o no gustarme la película (especialmente si concurren ambas circunstancias). Hoy el título de la película me parece casi una señal. El fin del mundo visto en el fin del mundo pienso, y me meto.El cine se encuentra a escasos metros de la Cárcel del Fin del Mundo (a estas alturas ya os habréis dado cuenta que aquí todo es del fin del mundo, la cerveza del fin del mundo, la ciudad del fin del mundo, el tren del fin del mundo, etc…). Apenas unos minutos antes he estado visitando la prisión y me ha dejado impresionado y con algo de mal cuerpo. Por eso me parece buena idea meterme en el cine.
Estoy prácticamente solo en la sala y el ambiente es frío. El argumento de la película es sencillo, unos marcianos vienen a salvar la tierra y para ello deben acabar con la humanidad. A los cinco minutos ya estoy aburrido y me pongo a pensar en Ushuaia, en los últimos días, en los paisajes, en el glaciar Martiel, en el museo (del Fin del Mundo). Repaso mentalmente todas la excursiones y situaciones vividas pero sobre todo pienso en la cárcel y en los presos. No dejo de darle vueltas.
No pretendo aburriros con la historia de la prisión, sus orígenes o de sus reclusos algunos bastante conocidos en argentina como Mateo Banks o el petiso orejudo. Podéis leerla si os apetece en (http://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A1rcel_de_Ushuaia). Pero si algún días pasáis por estas tierras merece la pena una visita. Ponerse en el lugar de aquellos hombres, pensar en el concepto. Una cárcel dentro de una cárcel. Dos anillos concéntricos de los que no se podía salir. Una prisión que nunca tuvo muros. Para qué.
En mi mente los presos, vestidos a rayas como en los tebeos de Mortadelo y Filemón, tocan sus instrumentos en mitad de la nieve bajo la atenta mirada de su custodio. La gente les echa monedas y cigarrillos. Es una foto que he visto en el museo. Se me ha quedado grabada.
Mientras tanto en la pantalla el marciano está a punto de acabar con la especie humana pero en el último instante ve en ella algo bueno – no sé muy bien qué – cambia de opinión y nos perdona. De paso la castigada naturaleza pierde la oportunidad de salvarse y se va a hacer puñetas (esto no se ve). Se oyen murmullos de desaprobación en la sala, la gente hubiese preferido la desaparición de la humanidad. No hay quien los entienda.
Salgo del cine. La gente sigue comentando la película que lleva su moralina ecológica y que aquí lo relacionan con el agujero de la capa de ozono (especialmente cerca, por cierto). Espero a que se vaya el último espectador. Ya ha anochecido y hace frío. Me subo la cremallera del abrigo medio tiritando. No puedo reprimir una última mirada a la prisión que a esas horas apenas es una sombra en la oscuridad. Tengo que apurar el paso.
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hola tito
ResponderEliminarque divertido tu viaje
has ido a algun parque de atracciones
cuando vuelves tengo ganas de berte
y que me enseñes tus fotos tito un
beso tito adios
de parte de Sara B.
Feliz día de San Valentín, un besito y nos vemos muy pronto "Angelitus" ;-)
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