
Me levanto temprano. Me lavo y visto rápidamente. Paso por encima de un tipo borracho que está roncando en mitad del pasillo. Lo piso un poco pero no se despierta. Cierro la puerta. Me meto en el coche y arranco. Quizá mas tarde desayune o compre algo en una gasolinera pero de momento conduzco en ayunas. Coloco unos calcetines que no se han secado todavía en el asiento del Falcon. También puedo utilizar los radios del volante o el espejo retrovisor. Normalmente no tengo tiempo de lavar la ropa y mucho menos de secarla. Conduzco unos centenares de kilómetros. Empieza apretar el sol (o la lluvia). Me pongo las gafas de sol ladeadas porque solo tienen una patilla. Paro para echar nafta (o benzina o gasolina, que viene a ser lo mismo). El que me atiende me pregunta con curiosidad por el coche, por mí, por mi viaje. Cuento por enésima mi historia. Sigo camino.


Vuelvo a parar para comer o quizás no porque voy un poco apurado. Sigo conduciendo. Veo algo que me gusta y me detengo para fotografiarlo. Conduzco unas cuantas horas más todavía. Me para un carabinero o policía. Mira mi documentación y los calcetines tendidos. Me dice que continúe mirando fijamente a las gafas sin patilla que apenas se sujetan en mi cara. Llego a una ciudad, un pueblo. Busco un hospedaje, un hotel o un albergue. Me registro y me duermo.
Esto podría ser un día cualquiera de mi actual vida de viajero (a veces cambio pensión por hotelito o dormir en el Falcon y no siempre me encuentro un maromo tirado en el pasillo de la pensión, aclaro). En definitiva una vida dura y rutinaria. Tan rutinaria como ir a la oficina todos los días de 9 a 18 horas. Sin embargo me gusta más, debo reconocerlo. Me encanta conducir y cuando me quedo varios días en algún sitio echo de menos volver a la carretera. Ya os digo, una rutina.

En Santiago, concluido aproximadamente el 50 % del recorrido planeado, aprovecho para hacer balance. El Falcon sigue vivo y coleando. Ha perdido un faro, varias manillas, la radio debo

sintonizarla con un alicate, he pinchado una rueda y cambiado las dos delanteras porque estaban destrozadas. También le he sustituido dos bujías pero sigue tirando como un campeón. Han sido 9295 kilómetros.
Yo tampoco me puedo quejar. Una pequeña diarrea, ya superada, ha sido el único problema de salud destacable. Sigo camino.

El pasado 22 de febrero llegue al Km. 0 o Hito 0 de la carretera Panamericana que se encuentra en la isla de Chiloé. Esta carretera es la que estoy siguiendo actualmente y la que con un poco de suerte me llevará hasta mi destino final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario