martes, 20 de enero de 2009

Mi Dakar

El pasado domingo estaba tan ricamente tumbado en la cama mirando como se movían las aspas del ventilador del techo (uno de mis entretenimientos favoritos) cuando se me planteó una cuestión que me llevo un tiempo decidir.

Por la televisión, en el canal TN al que soy aficionado, retransmitían la llegada del Dakar a Buenos Aires. Apenas a unas “cuadras” de mi casa. Inmediatamente me encontré en una de estas incomodas situaciones en las que tenía que tomar una decisión sobre algo.

Por un lado me apetecía ir a disfrutar del espectáculo, por otro estaba muy a gusto mirando el techo sin pensar en nada ni en nadie. Tenía que decidir entre hacer o no hacer.

Finalmente ese extraño sentido del deber que llevo dentro me obligó a tomar la decisión de salir a la calle para mezclarme con la muchedumbre, el calor, y el espectáculo. Debo decir que no me arrepentí.

Fueron varias horas pero apenas me enteré entretenido con el espectáculo. Mientras miraba las motos, coches y camiones pensaba que en cierto modo yo iba a iniciar mi propio Dakar. Una carrera alternativa, sin dorsal ni etapas definidas. Una carrera que comenzaba en BUE pero que no sabía muy bien donde iba a terminar (Señor, Señor, que no me pase lo que a Carlos Saínz).

Entre éste y otros pensamientos volví a casa y me eché una siesta del siete. Mi último contacto con la realidad fue el zumbido armónico del las aspas de ventilador.

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